Cuando dos o más personas compiten por la misma casa, ¿qué es lo último que quiere hacer cualquiera de las partes? Así es, nadie quiere quedarse atrás en la puja y arriesgarse a perder la casa. Una venta normal puede convertirse en un auténtico tira y afloja en el que el ganador se lo lleva todo.
Por desgracia, a veces los compradores se saltan la inspección por miedo a perderse la puja. Y cuando se lo llevan todo, puede significar que se están llevando un auténtico limón.
Las licitaciones sacan a relucir la determinación de casi todo el mundo
Algo extraño puede ocurrir cuando a alguien le salen competidores después de pujar por una casa. Una propiedad que sólo le gustaba un poco, pero en la que estaba dispuesto a vivir, puede convertirse en la casa más necesaria, importante y que hay que tener de toda la ciudad. Para encontrar la razón de este fenómeno, debemos recurrir a la psicología de las subastas.
Aunque no es una subasta, la puja por una casa puede funcionar de la misma manera. Él puja, ella puja, alguien puja más y el ciclo continúa hasta que alguien "gana" el derecho a comprarla.
Universidad de Cornell dice que es la percepción de propiedad lo que crea el ambiente de guerra de pujas. Una vez que una persona hace una puja, tiene la sensación de que la casa ya es suya. Entonces, cuando alguien hace una oferta más alta, tiene que pujar aún más alto para recuperar su propiedad. Puede convertirse en un círculo vicioso.
La guerra de ofertas relega las inspecciones a un segundo plano
Cuando lo más importante es evitar que otra parte supere la puja, algunas personas recurren a edulcorantes para ganar. No es raro que un postor diga al vendedor que se saltará la inspección y se llevará la casa tal cual. Y esa es una estrategia peligrosa.
Aunque puede que compre una joya sin inspeccionarla, una cosa es segura. No lo sabrá de un modo u otro hasta después de hacerse con la propiedad. Podría haber un millón de dólares escondidos en el ático. Por otra parte, el ático podría estar plagado de moho y ratas.
Si la puja es rápida y furiosa, un licitador puede pensar que no tiene tiempo de esperar a una inspección. Esa es otra mala elección. Si merece la pena gastar dinero en una casa, merece la pena saber algo más sobre ella, aparte de la dirección.
Un número alarmante de compradores se saltan la inspección de la vivienda porque desean con todas sus fuerzas la casa de sus sueños. En un mercado altamente competitivo, puede resultar tentador. Pero los defectos que puedan existir entre esas cuatro paredes deberían pesar más que el deseo de acelerar las cosas. Cuando el comprador tenga la casa en propiedad, quizá desee haber sido mucho más prudente.
Los inspectores de viviendas están ahí para informar a los compradores sobre el estado de una casa. Si hay un problema con el sistema de calefacción, ventilación y aire acondicionado, moho en el ático, un cableado defectuoso o muchos otros defectos, el comprador puede acudir a la puja con toda la información. Y no sólo eso, un informe con defectos puede dar al comprador un poder de negociación que de otro modo no tendría.
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